lunes, 9 de noviembre de 2015

Koan

Me fascinan las palabras, el significado de ellas, y lo que supone articularlas.
En esta búsqueda incesante, de reconstruirme a través de las mismas, leo, escucho, escribo…
Y a veces, juego.
También resuelvo enigmas, me dejo llevar por lo que me transmite un haiku, o voy más allá, y me busco un koan.
Pero;  ¿qué es un koan?
Es una especie de enigma, que no hay que resolver, sino pensarlo, para apoyarse en él, ya, que para cada persona, tendrá un significado distinto, según su mapa mental,  y el desafío vital por el que esté atravesando
 Y si no hay que resolverlo; ¿qué es, entonces lo que hay que hacer…? ¿Cómo utilizarlo?
(Si me permitís, y con todo respeto, a este interesante arte japonés, voy a resumirlo, según mi propio entender, e intentar definirlo con metáforas):
Un Koan, puede ser esa llave, que abre la puerta siguiente, en tu desarrollo personal….
Unos zapatos, adaptados que te ayudan a seguir el camino.
El hilo de Ariadna, que tira de ti, para sacarte de un laberinto.
Una pista, un guiño, un golpe de abanico, cuyo significado sólo por ti es conocido, interpretado, asumido.
Es algo tan personal, tan íntimo, y subjetivo, que como las láminas de Rochas, sólo para ti, tiene un sentido.
Su sentido y tu voluntad de seguir creciendo como persona, hace que un ensarte de palabras, pueda definirse como un Koan.
Otras culturas, tienen también sus  “koans”. Pero hoy, he querido pasearme por Japón, y ojear por los eslabones de su milenaria sabiduría.
Por favor; ¿me regalas un Koan?
Gracias

martes, 6 de enero de 2015

Globo Negro

Ocurrió hace ya muchos años;
Cuarenta y cinco, nada más,  y nada menos.
Me encontraba yo viviendo en Madrid, en casa de mi abuela, cuando un tío mío; junto con su novia, decidieron hacerme un regalo, un regalo imposible de olvidar, aun con el generoso pasar del tiempo. Me llevaron a la cabalgata de reyes. Y mi tío Jesús, se gastó todo su dinero; un duro, para comprarme algo que me tenía fascinada: Un globo.
Yo nunca  había visto esos globos tan bonitos, tan coloridos, tan verticales.
Y como yo no paraba de mirarlos, la pareja de novios, cuchicheó algo y me preguntaron si quería uno.
¿Cómo no iba a quererlo? En aquella época yo no era consciente de que ellos invertían todo su capital en la sonrisa admirada, de una niña de cinco años.
Cuando nos acercamos al "globero", mi tío me preguntó que cuál quería:
- !El negro! - Dije sin dudar-.
"¿El negro...?" La pareja se extrañó ante mi gusto tan poco convencional e insistió que había otros, de muchos colores, más bonitos, divertidos...Pero no me preguntéis porqué, yo quería  ese globo negro
En esa mágica noche, donde la gente, gritaba excitada que "ya vienen los reyes". Entre el apretujamiento y la emoción colectiva, debió de abrirse el puño de mi mano. En un segundo,  noté como el fino cordel se deslizaba de mi palma; rápido, sin permiso, sin retorno...
Me quedé impresionada, asustada, de ver mi globo izarse hacia arriba. Tenía la infantil esperanza de que mi tío lo rescatara, de que el globo volviera...
Imposible tarea.
 Sólo me quedaba contemplar extasiada el cielo.
Entre enfadada, y sorprendida, mis ojos, se quedaron prendidos de aquel globo negro . Vi asustada, que se elevaba sin límites, sin fronteras, sin miedo
Tuve ganas de llorar, pero me daba vergüenza. Me sentí  mal. Por varias cosas. Entre ellas de que hubieran gastado en mí todo su dinero. Vi en sus caras cierta decepción, y empecé a reprocharme el haber abierto mi mano
Nadie me había dicho, que los globos de Madrid, si los sueltas, se van al cielo. 
En mi breve experiencia de vida, era la primera vez que tenía un globo con helio.

La gente miraba mi globo, que ya no era mío...
Lo señalaban  con el dedo, hasta que se hizo muy pequeñito; sólo un punto, negro.
Esa noche lloré en mi cama.
En silencio.
Lloraba por mi torpeza, por esa absurda  pérdida,  sin yo quererlo.
Sé que no duraría mucho mi desconsuelo, porque como la mayoría de los niños me despertaría al día siguiente, con algún regalo en el suelo.
 ¿Qué me trajeron aquel año los reyes... ? 
Ya ni me acuerdo. He  olvidado, muchos regalos, muchas cabalgatas, pero jamás a mi globo negro
Que sin avisarme que volaba, sin despedirse se quiera, se marchó por los cielos
Se empeña, fielmente, en aparecer por mi mente, con su color y  su vuelo, cada  5 de enero.
su regreso;  provoca ya en mí  una sonrisa, una reflexión , un bonito recuerdo.

Él me enseñó, luego, que es mejor abrir las manos, soltar... que las pérdidas suceden en esta vida; sin remedio.